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Día Internacional de la Familia

La familia, creada por amor y para amar

“La fuerza de la familia «reside esencialmente en su capacidad de amar y enseñar a amar. Por muy herida que pueda estar una familia, esta puede crecer gracias al amor»”

Papa Francisco, E.A. Amoris Laetitia (53).

Hace un poco más de veinte años, fue declarado el “Día Internacional de la Familia” por la Asamblea General de las Naciones Unidas, haciendo eco de la importancia que la sociedad en general, le otorga a la familia. Desde entonces, se aprovecha para hablar en torno a ella, de forma especial en este día, sabiendo que la familia constituye la mayor riqueza para la sociedad, para toda persona humana.

¿Qué es la familia? Nos preguntamos con cierta frecuencia en todo tiempo, y aunque su esencia es la misma, varía su conceptualización, especialmente en los últimos años.

Es una realidad objetiva y cierta, necesaria al ser humano, desde que nace y a lo largo de toda su existencia. El hijo-a necesita de quienes hicieron posible su vida, de dos figuras, paterna y materna, diferentes y a la vez complementarias. Y aunque circunstancias adversas, ajenas a la voluntad, hagan que esto no sea siempre posible, no deja de ser aquella realidad mejor, aquel “nido” desde el cual, la persona, frágil e indefensa, se asoma al mundo y desde él aprende a dar sus primeros pasos, a relacionarse, a amar, a proyectarse hacia la sociedad. “Este triángulo de verdades evidentes -padre, madre, hijo- no puede ser destruido, pero puede destruir a las civilizaciones que lo desprecian”, afirma Chesterton, escritor y periodista británico, resaltando también la importancia de la familia natural.

Traigo a colación un documento que habla maravillosamente de la familia, la Exhortación Apostólica “Amoris Laetitia”, publicada en abril de 2016, por S.S. Papa Francisco. Nos presenta diversos apartados, todos ellos muy valiosos, y cuenta con la particularidad de que fue escrita luego de un análisis profundo de la realidad familiar del mundo entero, una especie de “radiografía de la familia”, no muy alentador por cierto, pero real. Presenta al mismo tiempo propuestas y caminos viables para resaltar, recuperar y fortalecer la misión de la familia en el mundo desde ámbitos vinculados, poniendo de relieve su riqueza innata, desde el amor que le es propio y con el que fue concebida, todo esto de una forma muy sencilla y a la vez profunda.  

Nadie puede pensar que debilitar a la familia como sociedad natural fundada en el matrimonio es algo que favorece a la sociedad, afirma en uno de sus apartados (52), mas bien ocurre lo contrario: perjudica la maduración de las personas, el cultivo de los valores  comunitarios y el desarrollo ético de las ciudades y de los pueblos. De manera que la familia reclama por atención de la sociedad en general, de quienes ejercen el poder, de forma particular, para que favorezcan su fortalecimiento y por supuesto necesita también del aporte de cada uno de nosotros, desde donde estamos, creando “cultura de familia” en base a nuestras acciones y decisiones cotidianas.

Nos invita Amoris Laetitia a cuidar la vida de las familias, sin considerarlas como un problema, como un peso, sino como una oportunidad, un camino dinámico de desarrollo y realización. Nos previene en el capítulo segundo, acerca de aspectos negativos que la amenazan, tomando consciencia de la dirección que están tomando los cambios antropológico-culturales en su vida afectiva y familiar, y de la falta de apoyo de estructuras sociales. Nos alerta ante el individualismo exasperado que desvirtúa los vínculos familiares; el ritmo de vida actual; el relativismo  que pretende ignorar verdades, valores y principios orientadores; el secularismo; utilitarismo y la cultura de lo provisorio que da paso a relaciones afectivas fugaces;  ideologías que desvalorizan el matrimonio y la familia; una afectividad narcisista; las crisis matrimoniales afrontadas de un modo superficial y sin  valentía; el descenso demográfico; el debilitamiento de la fe, causa de soledad y fruto de la ausencia de Dios en la vida de las personas y de la fragilidad de las relaciones. En fin, la lista de amenazas continúa y nos alerta para no sucumbir en ellas.     

Son múltiples y variadas las alternativas y caminos viables que nos presenta  el documento frente a las amenazas, para recuperar y fortalecer la misión de la familia en nuestros días: valorar los dones del matrimonio y de la familia, sostener un amor fuerte y lleno de valores como la generosidad, el compromiso, la fidelidad o la paciencia.  La vivencia de la ternura, virtud ignorada en este tiempo de relaciones frenéticas y superficiales.  Acudir juntos a la oración cotidiana, para hacer crecer el amor y convertirse cada vez más en templo donde Dios, creador de esta estructura maravillosa, habite y permita frutos favorables. Es también larga la lista de los caminos que se vislumbran en este sentido, el diálogo en medio de un ambiente propicio, lo resalta de forma especial:

“Darse tiempo, tiempo de calidad, que consiste en escuchar con paciencia y atención, hasta que el otro haya expresado todo lo que necesitaba. Esto requiere la ascesis de no empezar a hablar antes del momento adecuado. En lugar de comenzar a dar opiniones o consejos, hay que asegurarse de haber escuchado todo lo que el otro necesita decir. Esto implica hacer un silencio interior para escuchar sin ruidos en el corazón o en la mente: despojarse de toda prisa, dejar a un lado las propias necesidades y urgencias, hacer espacio. Muchas veces uno de los cónyuges no necesita una solución a sus problemas, sino ser escuchado. Tiene que sentir que se ha percibido su pena, su desilusión, su miedo, su ira, su esperanza, su sueño…” AL (137).

Sin más, les invito a disfrutar de estas páginas personalmente y ojalá, de forma completa, dedicando momentos a la lectura que provocará sin duda, reflexiones y decisiones profundas, sabiendo que “ninguna familia es una realidad celestial y confeccionada de una vez para siempre, sino que requiere una progresiva maduración de su capacidad de amar” y que “las alegrías más intensas de la vida brotan cuando se puede provocar la felicidad de los demás, es un anticipo del cielo”.

¡Feliz Día de la Familia!

Autor:Elizabeth Matute P. - Secretaría Ejecutiva ILFAM