Capítulo cuarto: El amor en el matrimonio 

“El amor es paciente, el amor es servicial”, así inicia San Pablo en su carta a los Corintios y es así como empezaremos esta reflexión sobre el capítulo IV de la Exhortación Apostólica AMORIS LAETITIA. 

El amor es servicial, porque tiene su origen en el amor puro que Dios tiene a sus hijos, “…porque tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en Él, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Jn 3,16). El amor servicial implica dar la vida por el otro, por nuestro prójimo, sabiendo que quien habita junto a nosotros: esposo, hijo, hija, es nuestro prójimo. 

Hablar de un amor paciente, no es hablar de sumisión o abuso a la persona, es referirse a un amor de ofrenda de nosotros mismos hacia los demás, es amar a tu prójimo como a ti mismo, sintiéndonos amados en cada momento. La paciencia en el amor, permite tomar las mejores decisiones con relación a la felicidad que Dios quiere para sus hijos que unen sus vidas, para formar un matrimonio y así buscar juntos la santidad, y al mismo tiempo propiciar la santidad de los hijos, en medio de la alegría que da la generosidad y la vivencia de la fortaleza. 

Tener paciencia en el matrimonio es desterrar de nosotros la amargura, la ira, los enfados e insultos que puedan ser provocados por momentos inesperados y dar paso a lo hermoso y verdadero que Jesús nos ha enseñado. 

El crecimiento del amor en el matrimonio será a medida de la disposición que tengan el uno por el otro, no como competidores sino como complementarios hacia el mismo objetivo y el mismo fin, recordando siempre que el amor entre esposos es bendición y mandato de Dios (Efesios 5:22-33) y solo así el amor es una victoria sobre el tiempo (F. Rielo). 

Reflexionemos: 

•  ¿Con mis gestos y actitudes estoy alimentando diariamente el amor de esposos? 

•  ¿Estoy dispuesta a ceder en favor de la relación, en lugar de demostrar siempre que tengo la razón?