Día de la Familia: Oportunidad de reflexionar en la llamada célula fundamental de la sociedad

familia

Autor: Rodolfo Castro Salinas - Director del Instituto para el Matrimonio y la Familia / Universidad San Pablo – Perú el Lun, 04/04/2022 - 14:28

La estructura familiar claramente predominante hasta el siglo XX se constituía por parejas unidas en matrimonio; esta realidad ha variado significativamente y lo que hoy observamos en la mayoría de los países, según el World Population Data Sheet y el World Family Map es una enorme complejidad en cuanto a estructuras familiares: parejas que cohabitan de modo privado sin ningún tipo de reconocimiento jurídico, familias desintegradas por el divorcio, donde la propia separación genera distancia y el progresivo abandono de la responsabilidad paterna –situación que se agrava con las nuevas nupcias de los padres–; familias que se forman con hijos provenientes de otras relaciones o compromisos; familias con un solo padre biológico y relaciones que desde sus inicios se han negado a toda posibilidad procreadora.

En tal sentido, es pertinente entender y preguntarnos tal como lo han hecho algunos especialistas: ¿cómo el escenario demográfico actual viene ocasionando importantes cambios en la dinámica y estructura social, estos cambios han generado varias inquietudes respecto a las consecuencias para el bienestar de las naciones y la satisfacción de las personas?, ¿las estructuras y formas de composición familiar aportan de manera indistinta al bienestar de las sociedades? ¿existe alguna estructura familiar capaz de generar mayores niveles de beneficio?. Asimismo, según The Child Trends –organización dedicada a investigaciones sobre bienestar infantil– con base en la data analizada, la estructura familiar que más contribuye en la constitución, identidad y desarrollo de los menores es la conformada por hogares donde los dos padres biológicos comparten un matrimonio poco conflictivo y estable.

El panorama es complejo, los factores que pueden contribuir a mejorar los niveles de bienestar de las personas son variados: además de la institución familiar, podemos añadir el entorno socioeconómico, las características del mercado laboral, la calidad de las instituciones públicas, el estado de derecho, la transparencia política, una infraestructura y organización estatal adecuadas, una gestión educativa-sanitaria de calidad, entre otros. Sin embargo, dentro de esta variedad de factores, a la familia se le reconoce su relevancia pública (Polo, 2012), social (Wilcox, 2006), educativa (Planker, 2010) y política (Herfelder, Martínez-Aedo & Velarde, 2011), atribuyéndosele una importante capacidad de generación de bienestar y de bien común no sustituible por otras instituciones.

De acuerdo con Sanahuja (2003), un auténtico desarrollo integral debe tener como punto de partida la dignidad de la persona humana y su fundamental dimensión social-relacional, constituida primariamente por la familia (Chullikatt, 2011). Esta línea coincide con el desarrollo de Cafarra y Melina, quienes definen a la familia como una comunidad que se origina del vínculo conyugal y donde sus miembros, unidos por lazos sanguíneos, tienen una vida en común.

La complejidad y el ritmo cambiante de nuestra sociedad son parte de nuestra realidad. Existen innumerables problemas coyunturales que requieren ser comprendidos y analizados. Sin embargo, no debe olvidarse que la familia y su implicancia para el desarrollo de la persona y la sociedad en su conjunto, no es un problema coyuntural, sino estructural, con un impacto decisivo en la vida de las personas y en el futuro de nuestras sociedades.