Santos Reyes Magos 2019
Autor: P. José Manuel Ballesteros el Lun, 04/04/2022 - 11:24
La fiesta de la Epifanía, el 6 de enero, cierra las celebraciones navideñas más importantes y constituye el momento culminante de la Natividad de Jesucristo.
La palabra ‘epifanía’ significa “manifestación” y, en el ámbito del cristianismo, se refiere a la primera manifestación de Cristo, Verbo Encarnado, al conjunto de la humanidad, representada por los Reyes Magos. Antes que a ellos, Cristo Niño ya se había manifestado al pueblo judío, el pueblo elegido representado por los pastores que lo adoraron en Belén. Pero con el episodio de la adoración de los Magos, Dios quiso revelarnos que la salvación obrada por Cristo no era destinada solo al pueblo elegido de Israel, sino a toda la humanidad.
Nos narra el evangelio de San Mateo que “unos magos venidos de oriente” (magos aquí quiere decir “sabios paganos”) se presentaron en Jerusalén preguntando por el “rey de lo judíos que acaba de nacer”. Ellos habían seguido un señal aparecida en el cielo, una estrella; en su cosmovisión esto significaba algo excepcional, el surgir de alguien poderoso y determinante para la historia del mundo. Por eso se dirigieron al palacio del rey Herodes, pero no encontraron allí a Cristo. Seguramente los magos esperaban encontrar a Jesús en un palacio, rodeado de cortesanos y con toda clase de símbolos regios.
Pero en Belén, a donde fueron encaminados por Herodes y por los sabios de Israel, lo que encontraron fue a un niño con sus padres: una familia. Porque Dios mismo, para encarnarse -para venir a este mundo nuestro- escogió lo que es propio y natural de la humanidad: una familia en el seno de la cual nacer, crecer, madurar y compartir. Es decir, la familia como lugar concreto y adecuado para el desarrollo de nuestra naturaleza relacional y de nuestra vocación cristiana. La Sagrada Familia de Nazaret es ejemplo y modelo para todas las familias cristianas porque, en ella, todos sus miembros vivieron bajo la plena observancia de la voluntad divina.
Los evangelios cuentan que los Reyes Magos llevaron dones a Jesús: oro, incienso y mirra. Con ello reconocían su divinidad, su realeza y su humanidad; Cristo se nos señala así como Dios de misericordia, Dios que sirve (esta es su verdadera realeza) y Dios que comparte la fragilidad de nuestra humanidad. Por eso, los mejores regalos que nos hacemos entre nosotros son aquellos que intercambiamos con el deseo de significar nuestra ternura, nuestra generosidad y nuestro afecto.
Pero, como expresó Fernando Rielo en un memorable mensaje escrito en Roma en 1985, los Reyes Magos -y con ellos también nosotros- recibieron un regalo mucho mayor de parte de Cristo: la gracia santificante. Esta gracia nos otorga a los seres humanos la mayor dignidad jamás imaginada: el ser hijos amadísimos de Dios Padre. Si acogemos sinceramente esta gracia -escribió Fernando Rielo- acercándonos a Cristo con humildad y confianza y entregándole generosamente nuestra vida, él nos revestirá con la suya.
Y en la convivencia familiar, acoger la gracia divina implica servirse unos a otros con generosidad y ternura, de manera que día tras día todos construyen esa convivencia a la vez que cada uno disfruta y se nutre de ella. Que los santos Reyes Magos, que tuvieron el privilegio de conocer en carne y hueso a la Familia de Nazaret, sean nuestros intercesores ante Dios Padre para que nos preserve siempre en su gracia. Y que aprendamos de Cristo el ministerio del servicio y las virtudes de la generosidad y el respeto, para asegurar a nuestra convivencia familiar y social el gran fruto de la paz.