Adviento tiempo de preparación y espera
Autor: P. Saturnino García - Capellan UTPL - Quito. el Lun, 04/04/2022 - 11:20
El adviento es el tiempo litúrgico que precede a la Navidad. Nos sitúa en la necesidad de preparar el nacimiento de Jesús. La única manera de prepararnos para este magno acontecimiento es arrepentirnos de nuestra vida, que tantas veces no se acopla a lo que nuestro Padre Celestial quiere de nosotros, y tomar la vía del arrepentimiento personal y la conversión. La Iglesia nos pone como ejemplo del adviento la figura de San Juan Bautista, el Precursor. Él dedicó toda su vida a preparar los caminos del Señor y para ello se pasó su juventud en el desierto en oración y penitencia. Sus propias palabras definen su misión: “es necesario que yo mengüe para que Él crezca”.
Debemos hacer penitencia para llegar a la Navidad con un corazón puro. Pero ¿de que debemos hacer penitencia? Tantas veces no somos conscientes de nuestras faltas, sí, tenemos conciencia de ser pecadores, pero nos falta reconocer concretamente en que somos pecadores. El pecado no es un abstracto, sino algo muy concreto, presente en nuestra vida y que nos impide la unión con Dios. En el silencio de nuestra oración debemos descubrir, con toda honestidad, cuáles son nuestras faltas y después acometer la conversión, el cambio de vida, poner ese ayuno de nuestras pasiones que nos lleve a superar nuestras deficiencias por amor al Padre. Eso requiere de una gran honestidad personal para poder reconocer en nosotros aquello que a veces nos domina, nos avergüenza y nos hace disfrazar la verdad con toda clase de eufemismos y mentiras sicológicas. Decía San Juan: “La verdad os hará libres”. Con esa libertad que nos ha traído como regalo el Niño Dios. Si queremos tener una guía fiable para descubrir aquellas cosas que tenemos que cambiar, no hay nada mejor que la Bienaventuranzas, ahí, como nos dice el Papa Francisco, está todo lo que tendríamos que ser, descubrir que nos impide ser pobres de espíritu, limpios de corazón, misericordiosos o pacíficos, por poner algún ejemplo, es el verdadero camino al arrepentimiento.
Todos sabemos que con la ayuda de la gracia podemos superar cualquier obstáculo. La Navidad es un tiempo de gracia ya que nos coloca ante ese Dios que se hizo hombre para que nosotros nos pudiéramos hacer dioses, como decía San Agustín. Reconozcamos ante ese pesebre que ponemos en casa, que somos pecadores y pecadores concretos, pidiendo al Niño Jesús que nos otorgue la gracia de la conversión.