El Maestro De Nazaret
Autor: Ph.D Víctor Serrano. el Lun, 04/04/2022 - 10:57
El camino de la vida empieza, desde la fecundación y en el contexto en el que nos adentraremos ese momento es muy específico; aunque la verdad, el nido se construye desde antes, pero ese es un tema que por ahora se escapa a estas líneas.
El momento nos hace remontarnos en la historia, en un tiempo y un espacio totalmente determinado, en donde el silencio era como hoy un lujo, y la mediación y el acercamiento a Dios, una opción de vida. Podemos ver que las circunstancias de ayer como las de hoy, no varían mucho, tanto allá como acá los distractores son variados y llamativos.
En ese contexto pretérito, nos cuentan que una chica muy joven se encuentra inserta en la problemática del mundo, sabe lo que sucede, está empapada de la realidad social en la que vive, y más aún, está consciente de que hay alguien que puede ayudar y se coloca en el lado de los que ayudan y proponen, sabe –porque es una mujer sabia– que hay un ALGUIEN que siempre cumple las promesas, y recuerda muchas hazañas, promesas de vida, de tierra y de descendencia.
En ese entrar en la economía de la salvación, ve a Dios cara a cara y Él le envía un mensajero, que le lleva el cumplimiento de la promesa, a la que ella debe responder.
Como toda mujer que se valora, pregunta, cuestiona, razona, piensa, analiza, y conoce a sí misma, sabe a dónde puede llegar y sabe además lo que Dios puede hacer; luego de todo ello, acepta, y empieza un nuevo capítulo de la historia de la salvación.
La situación tiene su desenlace: la chica de nombre “María”, es deposada con un hombre llamado “José”, y entonces aparece otro dilema; José sabe que el hijo que María lleva en su vientre no es suyo, que es de OTRO, y este “otro” le envía un mensajero para que sepa lo que debe hacer. Este mensajero también hoy en día es enviado a muchos padres y hermanos para que sepamos lo que debemos hacer, pero la ironía de la actualidad, es que los oyentes poco escuchamos y no nos importa, porque ya lo sabemos todo, tenemos tanta tecnología que ya no necesitamos de “mensajeros no virtuales”.
En ese ambiente iba creciendo el Niño, la madre en sus quehaceres, el papá también en los suyos, y los dos en armonía llevan adelante la misión de ser familia, puesto que esa es labor de papá y mamá, hombre y mujer. Pero como siempre, la zona de confort, no es tan duradera y un acontecimiento político los lleva a salir de su tierra y a viajar a Belén. Para estas fechas, María está ya en un estado muy avanzado de embarazo, pero a la política poco le importa el estado de sus “votantes”.
José lleva a María al lugar de destino, un viaje lleno de penurias y, por si fuera poco, apenas llegan empiezan los dolores de parto y, como punto más ilógico de todo, nadie ayuda para que el niño pueda nacer con dignidad. Si analizamos en la actualidad ese acontecimiento también es “normal”, incluso más nefasto, porque hasta los perros son conceptualizados y cuidados como hijos por parte de los humanos, que nos volvemos “inhumanos” sin querer darnos cuenta que nuestro prójimo es precisamente humano.
Superando todos los obstáculos, José logra encontrar un lugar y el Niño nace junto a su familia, cuyo amor lo protege. Le dan lo que tienen, su amor, su cuidado y su afecto; no lo que quieren tener para aparentar, no lo llenan de cosas; lo llenan de amor y de vida… de la vida de papá y mamá, y claro, de ese ALGUIEN que los llena de sí.
En tierra ajena empieza a crecer. Aparece un nuevo peligro, Herodes, un rey que ve en el Niño una amenaza y planifica asesinarlo. El peligro es que le puede quitar su comodidad, los lujos, su libertad, su jerarquía, su modus vivendi, su trono, su reino, sus noches de sueño, sus metas y sus objetivos; lo raro de esto es que también son los justificativos de los abortistas para asesinar a los niños en el vientre de la madre, justificativos válidos para ellos como lo son para Herodes: “como ese ser vivo (humano) es una amenaza a la comodidad personal, entonces, se lo debe asesinar”.
José y María protegen al Niño llevándolo lejos de la amenaza. Emprenden el viaje a Egipto y luego de muchos años regresan a su tierra y se ubican en Nazaret.
El tiempo transcurre, José muere y María –viuda y sola– se debe ocupar de continuar la formación, vida y misión de su hijo. Por lo pronto, se ve que no lo han convertido en bodega sino en un ser humano libre, asertivo, propositivo y emprendedor; lo han formado para vivir y no para sobrevivir. Es que hoy por hoy, el consumismo nos deja un montón de cosas –muchas de las cuales no utilizamos y ni siquiera sabemos que las tenemos–, como si fuésemos bodegas, o lo peor… convertidos en objetos de consumo.
Ese Niño creció en gracia de Dios y de los seres humanos, y le llegó la hora de mostrar lo aprendido en la montaña, en el llano, en el lago, en el desierto y en la vida. Aprendió de los mejores, de sus padres y de Dios.
Los caminos no fueron fáciles, pero sí los mejores para forjar la humanidad, porque se aprende a vivir, viviendo, y se aprende a amar, amando. Este Niño creció y caminó por toda la región; las personas lo conocieron con el nombre de Jesús, el hijo de María, o el carpintero de Nazaret, aunque de carpintero no ejerció mucho que digamos.
Toda su vida fue aprendizaje que, parafraseando a Lev Vygotsky (psicólogo ruso destacado en la psicología del desarrollo y fundador de la psicología histórico-cultural), fue significativo y práctico; con ello empezó a predicar y lo hizo en el lenguaje de sus oyentes. A los pastores les hablaba de la oveja perdida; a los agricultores, del sembrador; a las mujeres, de la dracma (medida de peso) perdida; a las familias, del padre misericordioso (narración conocida como “el hijo pródigo”); a los que estaban sin esperanza, de la semilla de mostaza; y a los hambrientos, les dio pan y peces. Su vida fue tal, que hasta dio su cuerpo y su sangre.
Jesús aprendió vida y es precisamente lo que enseña a sus oyentes: que aprendan a vivir en plenitud. Su diferencia con los maestros anteriores (Sócrates, Platón, entre otros), estriba en que Jesús se entrega total y plenamente y no se propone como modelo, sino que es su Padre a quien debemos seguir, a quien muestra como padre de todos.
En nuestro tiempo esto de “ser maestro” parece que se ha convertido en una profesión, cualquiera asume ese título, cualquiera puede enseñar, cualquiera lee algo y cree que ha aprendido; cuando lo único que ha hecho es leer las experiencias de otro o tan solo repite las experiencias de ese otro… nada propio y nada de vida. Lo que han logrado es informarse y lo que hacen es informar, y durante ese proceso, la vida es algo sin valor.
Desde pequeño fue perseguido por la muerte, a quien vence totalmente con su resurrección.
El Maestro de Nazaret aprendió a vivir incluso mucho antes de su nacimiento, cuando su madre aprendió a ser mujer y a valorarse como tal, cuando su padre (adoptivo) aprendió el valor de ser hombre y a valorarse como tal; ello logró que aprenda a valorarse como es, y esa es la enseñanza que, como maestro, impartió a sus discípulos, apóstoles y comunidades.