Mujer, el corazón de la familia y la sociedad Conmemorando el 8 de marzo
Autor: Dra. Ana Lucía Unda - Directora Instituto Latinoamericano de la Familia ILFAM el Jue, 07/03/2024 - 10:57
“Mujer, melodía de amor y armonía del universo”
Fernando Rielo
En la infinitud del universo, la mujer se erige como una nota musical en la sinfonía de la vida para aportar belleza y profundidad a la existencia misma. Su presencia, tan vital como la luz del sol y la brisa del viento, infunde, en el mundo, una gracia única y una fuerza inquebrantable. Desde el momento de la concepción, su presencia es sinónimo de creación y renovación, en su vientre se gesta la vida y, en su amor, se encuentra la fuerza que impulsa el crecimiento y el desarrollo de cada ser humano. Como madre, la mujer es la custodia del misterio de la vida y nutre con su amor y cuidado el alma de sus hijos para enseñarles las notas básicas de la humanidad: el amor, la compasión y la generosidad.
Como esposa, amiga, hija o hermana, la mujer entreteje la red de las relaciones que sostienen el tejido mismo de la sociedad al crear un espacio donde el amor y la solidaridad pueden florecer. Ella también es fuerza creativa que da forma a la realidad.
Su intuición, sensibilidad y visión son las herramientas con las que moldea el mundo a su alrededor. A través del arte, la ciencia, la literatura y la filosofía, la mujer encuentra expresión para su voz y perspectiva única; como musa y creadora, inspira a otros a soñar, a imaginar y a explorar los rincones más profundos del alma humana. Sin embargo, es importante reconocer que la melodía de la vida y la armonía del universo no siempre son fácilmente audibles en un mundo marcado por la desigualdad y la injustica.
Lamentablemente, todavía existen mujeres que enfrentan discriminación, violencia y opresión en todas partes del mundo; por lo tanto, es nuestra responsabilidad, como sociedad, escuchar y amplificar sus voces para que su melodía pueda resonar más fuerte y clara que nunca.
En este día y todos los días, conmemoremos y celebremos la esencia del amor y la vida que reside en cada mujer; honremos su inmenso valor, su inigualable sacrificio y su infinita generosidad; reconozcamos su poder para transformar el mundo con su presencia, y comprometámonos a construir un futuro donde todas las mujeres puedan florecer y brillar con todo su esplendor. Porque en la mujer encontramos no sólo la esencia del amor y la vida, sino la promesa de un mundo más justo, más equitativo y humano para todos.
Cuando había terminado de escribir este texto, una buena amiga me compartió un podcast que me hizo reflexionar sobre un punto que no había considerado y que es indispensable mencionar. A menudo y en nuestro intento de satisfacer las expectativas que el mundo tiene de nosotras, nos exigimos tanto que llegamos a agotarnos por tratar de no mostrar nuestra vulnerabilidad e imperfección, que son condiciones naturales de todo ser humano. Así como no existe familia perfecta, no existen mujeres perfectas, es natural cometer errores y enfrentar desafíos en la vida; la verdadera belleza y valía de una mujer no está determinada por su capacidad para cumplir con estándares idealizados de perfección, sino por su autenticidad, bondad, resiliencia y las contribuciones del mundo.