La familia, la afectividad y su rol en la enseñanza de la sexualidad humana

Autor: Dra. Elsa Rosa Nora Erique Ortega / Docente Investigador UTPL el Vie, 01/09/2023 - 07:31

La familia es el espacio seguro donde nace la persona y en el que se construye, tomando como base los apegos y vínculos afectivos maternofiliales, paternofiliales y fraternos que cumplen funciones específicas a lo largo de la vida y están presentes en las distintas etapas del ciclo vital. Así, la familia, en tanto estructura simbólica, se convierte en mediadora entre cada una de las personas que la conforman, dando lugar a un entramado de lazos afectivos positivos que ayudan a establecer compromisos, modelar el entorno y promover la responsabilidad afectiva (entiéndase como la capacidad de poder expresar las necesidades y emociones de manera respetuosa así mismo y hacia otras personas. En suma, la figura de la familia permite a sus miembros asumir una actitud responsable en cómo decimos y cómo expresamos las emociones, ya que estas son las que propician los vínculos entre sus miembros; vínculos que se traducen en cuidados mutuos, acercamientos y disponibilidad dentro de la familia, que son una estrategia efectiva para impedir que anide el fantasma del desamor.

Por lo tanto, la familia debería partir de los derivados de la teoría del apego en los cuales se destaca la importancia de las interrelaciones tempranas con la figura principal, se recalca la sensibilidad, la aceptación frente al rechazo, la cooperación y la accesibilidad y disponibilidad. Todas ellas son habilidades que los padres deben desarrollar y para los primeros años de vida de los nuevos miembros de la familia, junto a un estilo familiar de apego seguro, aspectos que contribuirán a un desarrollo socioafectivo saludable.

Por otro lado, hablar de familia es hablar de comunicación afectiva, pues tiene una marcada importancia en las dinámicas afectivas. La comunicación afectiva es una forma de solventar dudas e inquietudes y permite, al mismo tiempo, conectar las emociones, los sentimientos, conductas o comportamientos entre los hijos y los padres, con un dialogo apropiado y cálido, dando lugar a pensar y elegir las respuestas apropiadas y seguras. Sin duda alguna, estos diálogos dan lugar al proceso y construcción de la personalidad, aumenta la estima y propician la autonomía; los diálogos afectivos permiten tratar temas de respecto a la sexualidad, sin tabúes que los distorsionen de la realidad a la hora de abordar su intimidad.

Es así que la familia se convierte en un espacio legítimo para educar a los hijos en el afecto y la sexualidad, partiendo de la idea de que el sexo y la sexualidad son cimientos fundamentales en la vida de un ser humano, más aún en los niños y adolescentes, pues estos son parte crucial de la construcción de su identidad a partir de la cual empezarán la edificación de su “ser” como adulto.

Educar a los hijos en la sexualidad posee una alta y positiva influencia en su entorno familiar. Cuando los padres son capaces de trasmitir un modelo afectivo y amoroso en la pareja o comparten con los hijos sus ideales, proyectan sus metas y acentúan la relación afectiva; cuando se valora su propia sexualidad conforme a los principios y  valores que cimienta a la familia, los niños, niñas y adolescentes tomarán conciencia de la importancia, de la responsabilidad y el respeto que está relacionado con la esfera íntima de su personalidad, de su cuerpo y de su propia dignidad. En ese sentido, fortalecer la autoestima y promover actitudes positivas será el camino más favorable para perfilar su proyecto de vida, y, con ello, evitar comportamientos riesgosos por causa de cualquier mito o idea distorsionada de la sexualidad.

Finalmente, es importante retomar el concepto básico que menciona que la sexualidad se desarrolla desde lo dado, desde lo propio y del sentir, basado en la dignidad de la persona, con el derecho de ser correspondidas en los afectos, entrelazados estos en los sistemas más cercanos entre el apego y la sexualidad como parte de un desarrollo humano saludable.