El inicio de un nuevo año es la mejor oportunidad para dar gracias por todas las cosas buenas y malas que nos deja el año que termina, de verdad debemos ser agradecidos, especialmente por todas las dificultades y problemas que tuvimos que enfrentar, todas esas piedras nos ayudaron a aprender, concienciar nuestra vulnerabilidad, nos fortalecimos más, y también nos han llevado a descubrir otros talentos y capacidades que no sabíamos que teníamos, pero sobre todo, ha sido muy valioso para reinventarnos.

Hacemos una pausa en nuestras labores cotidianas y nos tomamos unos minutos para mirar atrás, evaluarnos y dar gracias a Dios, por toda la fortuna que nos trajo en sus días, nos regaló la alegría de contar con un trabajo, de disfrutar de un plato de comida cada día, y sobre todo de contar con la compañía y el apoyo de lo más valioso de nuestras vidas, nuestra familia.

Y no son promesas las que debemos hacer y plantearnos para este nuevo año, más bien, es todo el amor que estamos dispuestos a dar para lograr lo que nos proponemos.  A veces vivimos muy a prisa y ni siquiera percibimos la presencia del otro en nuestras vidas, sus necesidades, su sufrimiento y sus sueños. Así también, contar con una familia es un verdadero regalo, y debemos darles el tiempo, el respeto y el amor que se merecen, con especial dedicación a los más pequeños, y a aquellos que se les va apagando la voz y las fuerzas.

En este nuevo año, brindemos por la familia, el amor, el trabajo, el esfuerzo, los amigos y las personas que día a día están a nuestro lado, incluso por los miedos y dolores, que son la muestra de que seguimos vivos. Los invito a agradecer, disfrutar y vivir el presente como un regalo divino, a ser menos crueles y más solidarios, a amar sin medida, a no callar las injusticias, y a ser más felices, en resumen, a ser más humanos.

Pidamos a Dios que cargue nuestros corazones con esperanza, amor y fe, para nunca apartarnos de Él.