Cómo fomentar una sana convivencia familiar
Autor: Mgtr. Gabriela Jarrín Pinos - Miembro Equipo ILFAM el Mié, 03/08/2022 - 18:43
En la actualidad hablar de convivencia familiar es un tema que resulta cercano y oportuno. Ha transcurrido un periodo prolongado a través del cual la familia se vio expuesta a una convivencia forzosa, debido al confinamiento por causa del Covid 19
Es precisamente en ese lapso de tiempo que muchas familias redescubrieron el verdadero sentido e importancia que conlleva una sana convivencia familiar, pues a través de esta generamos nuevos vínculos afectivos que fortalecieron la relación entre sus miembros y, por consiguiente, su aporte en la edificación de un entorno seguro, sano y feliz.
No obstante, esta realidad no fue un denominador común en todas las familias, también se evidencio un mayor grado de violencia intrafamiliar a causa de esta situación.
Convivir en familia es aprender.
A través de esta acción y efecto de instruirnos, vamos abriéndonos a nuevos conocimientos, vivencias y experiencias, que aprendidas de las personas más próximas: esposo, esposa, padre, madre, hijos, hermanos, abuelos, entre otros, favorecen en el buen ejercicio del rol que ejercemos en la familia, consecuente a ello, propicia un ambiente familiar armónico y acogedor que nos motiva a seguir creciendo.
El “hogar” será la primera escuela de convivencia.
Es en el seno del hogar donde aprendemos a relacionarnos, coexistir, amar, sentir, valorar, respetar, perdonar, etc., elementos básicos que serán la base para incursionar en otro tipo de convivencia que demanda la sociedad.
Elementos importantes a la hora de fortalecer la convivencia familiar:
Comunicación:
Una de las características propias de la persona humana es ser “seres relacionales”. A través de la comunicación expresamos lo que pensamos y sentimos, lo cual nos permite relacionarnos entre los miembros de la familia y proyectarnos fuera de ella.
Es importante destacar que sin comunicación no es posible la convivencia, es por ello que dentro del entorno familiar la comunicación debe ser prioritaria y constante, basada en el respeto, diálogo afectivo, y orientada según la edad y circunstancia de cada miembro. Cada oportunidad de diálogo será única e irrepetible, será el medio seguro a través del cual nos involucramos con nuestros seres queridos, y despejemos dudas e inquietudes propias de cada edad y de cada circunstancia.
Tiempo:
Compartir tiempo en familia es una de las experiencias más enriquecedoras, que va consolidando de a poco una historia y trascendencia en cada integrante de la familia. Anécdotas, experiencias, dificultades, alegrías, logros, tristezas, etc., son parte de ella, su principal recurso: el “tiempo”, tiempo para crecer, conocer, aprender uno del otro, tiempo para “ser” y “parecer” una familia.
Es posible lograrlo aprovechando todo tiempo, en medio de las prisas cotidianas, y también en el tiempo libre, propiciando momentos de encuentro como juegos de mesa en familia, celebraciones, almuerzos o cenas juntos, reuniones para buscar soluciones a dificultades familiares, sin duda actividades sencillas que aportan a una buena y sana convivencia.
No es posible que, habitando bajo un mismo techo, nos sintamos distanciados.
Establecer rutinas:
Tutelar las actividades que realizan los hijos es importante, para esto es oportuno crear rutinas que les permitan aprovechar de manera constructiva su tiempo, evitando de esta manera el aburrimiento o acoger malos hábitos como la permanencia constante en medios digitales como: celulares, televisión, computadoras, tabletas, etc.
Establecer horarios es fundamental. Horas asignadas para despertarse, acostarse, jugar, realizar tareas escolares y de apoyo en casa, favorece a que el ambiente familiar sea más armónico. Es necesario que todos los miembros del hogar se sientan parte de una misma familia, y que sus acciones y opiniones sean valoradas.
Educar las emociones.
Se entreteje hacia el interior de la convivencia familiar, momentos tanto alegres como tristes, surge de forma imprevista la pérdida de un familiar, de un amigo, de nuestra mascota, o quizá recibimos una noticia desalentadora que ha provocado instantes de incertidumbre, inseguridad, negación y en ocasiones hasta frustración. Sin duda, estas experiencias también forman parte de la convivencia familiar y es esencialmente allí donde debemos sacar a flote nuestras fortalezas como familia, la unión, comprensión, amor, empatía, escucha afectiva, harán más llevadero ese momento. Educar las emociones es enseñar a gestionar nuestros miedos y ser resilientes ante la adversidad, esta habilidad nos permitirá tomar conciencia de nuestras propias emisiones o ajenas a fin de conducirlas de mejor manera.
Esforcémonos día a día, para hacer de nuestro convivir familiar la mejor experiencia de vida.