La paternidad nos permite volver la mirada al origen, para proyectarnos al futuro
Autor: Alejandra Planker de Aguerre Directora del Instituto para el Matrimonio y la Familia - Pontificia Universidad Católica de Argentina el Jue, 23/06/2022 - 17:28
Reflexionar acerca del papel protagónico del padre de familia, es entender cuál es su lugar y misión en el mundo, reconociendo las oportunidades de crecimiento que tiene a su disposición y confiando además en la naturaleza que le ha sido dada.
No hay duda de que los roles que desempeñan los varones y las mujeres, como padres o madres en la familia o en la sociedad son en muchos casos, perfectamente intercambiables; por ejemplo, en el ámbito del trabajo, en la educación, en el cuidado y crianza de los hijos, en las tareas domésticas, en el arte, o en el deporte. Ambos pueden desarrollar actividades semejantes y expresar sus condiciones y talentos, pues la imposición de su condición sexuada no es un límite, sino una gran oportunidad para aportar lo genuinamente personal al mundo.
¿Qué lugar ocupa el varón en la familia?
Poner la mirada en la naturaleza de las cosas nos ayudará a orientarnos hacia lo que es bueno para todos y es por ello que, tanto varón como mujer, al unirse en un acto íntimo de libertad personal, se constituyen en cónyuges, quienes dan origen y sostienen la vida del hijo.
La madre lo hace inmediatamente en la gestación, pero por su parte, el padre necesitará del tiempo y de la ayuda de la madre para reconocer el don de la vida. Una vez que los promotores del origen son conscientes, otro acto de libertad los definirá como el sostén de esa vida y los propulsará a comprenderse como guías que orienten y acompañen a ese hijo a su destino final.
Podemos afirmar que al varón le corresponde una actitud de objetividad frente a la realidad, y se logra por estar “desprendido” de lo inmediato, de las cosas concretas, de este modo está más dispuesto a considerar con agilidad la aplicación de una norma y su proyección futura, aportando de este modo, a la formación de los hijos y a su crecimiento armónico.
La ausencia del padre transforma al hombre en un individuo aislado, pues sin padre no hay fraternidad. Un individuo solo es más proclive a esconderse en la masa, por ello necesita de la custodia, alimento y acompañamiento continuo de la figura paterna como connotación de la existencia de su origen. El hijo se reconoce “hijo de alguien”, si ese “alguien” lo ama, lo acepta y lo incorpora en su historia, así tomará nota de su historia y podrá repicarla cuando le toquen sus propios hijos.
En los primeros años del hijo este proyecto de vida se manifestará en la responsabilidad de cumplir ciertas metas, ciertos objetivos. Las metas serán señaladas con prudencia y realismo, para que no resulten inalcanzables. Cuanto más ambicioso sea un proyecto y más esfuerzo exija, más altas han de ser también las motivaciones y las expectativas. Es propio del padre lanzar al hijo al futuro, mostrarle el mundo y sus posibilidades, ser “maestro” que le encamina a abrirse a un proyecto de vida.
El padre es quien introduce al hijo en su destino, lo ayuda a dirigirse a su meta. Es el padre que recibe al hijo con los brazos abiertos, guardando una distancia que le permita caminar sus propios pasos, mientras se desprende de los brazos protectores de la madre.
En tus manos…
Invoquemos a San José, pidamos a quien llevó adelante la paternidad con todo lo que ello implicaba, no sólo sostener a María y al Niño, sino también hacer crecer al niño, enseñarle el misterio y llevarlo a la madurez del hombre.
Y para que todo padre, como San José, actúe como sombra de Dios Padre, para proyectar desde Él su fuerza y su misión.