Vitamina 12 "Amoris Laetitia" - Los hijos semilleros de ternura y del amor
Autor: Pierina D’Elia Di Michele - Docente del departamento de Filosofía, Artes y Humanidades UTPL el Mar, 10/05/2022 - 12:24
Capítulo Primero: tus hijos como brotes de olivo
[14-18] Los hijos, plenitud de la vida.
La analogía que el Papa Francisco hace con relación a los hijos nos lleva a visualizar estos brotes de olivo llenos de energía y vitalidad que acompañan a sus padres, que son los frutos que un día serán plantas y luego futuras semillas.
Si los padres son los fundamentos de la casa, los hijos son como las «piedras vivas» de la familia (cf. 1 P 2,5). En el Salmo 127, se exalta el don de los hijos relacionándolos a la construcción de una casa, de la vida social, ya que dinamizan la ciudad y llenan de colores y matices sus calles llenas de sueños. Los hijos son la herencia que el Señor nos dona, los recibimos con respeto y los educamos con amor, son fruto del vientre y sustento de lo que vendrá. Representan la plenitud de la familia, la luz que alumbra de esperanza de los días lluviosos, la base de un nuevo amanecer que lleva, en sí la esencia de un mundo mejor que se alcanza con pasos firmes, sostenidos de la mano de Cristo.
Los padres son los primeros maestros de los hijos y el seno familiar es el semillero del amor, de la compasión, de la fe, donde ellos siembran sus anhelos de esperanza. Un salmo exalta el anuncio familiar de la fe: «Lo que oímos y aprendimos, lo que nuestros padres nos contaron, no lo ocultaremos a sus hijos, lo contaremos a la futura generación: las alabanzas del Señor, su poder, las maravillas que realizó. Las enseñanzas pasan a la siguiente generación».
Es por ello que el deber de los padres es formar a los hijos según la enseñanza de Cristo para formarlos en valores, «el que honra a su padre expía sus pecados, el que respeta a su madre acumula tesoros» (Si 3,3-4). Sin embargo, se debe contemplar que los hijos no son una propiedad de la familia, sino que tienen por delante su propio camino de vida. Por eso, en el evangelio, Jesús es un modelo de obediencia en su familia terrenal, la ternura que lo unía a María y José estaba presente en sus palabras, en sus obras y en sus manifestaciones de respeto y cariño, sin nunca olvidar la misión por la cual había bajado a la tierra.
Para el hijo en formación, la presencia de los padres y los espacios compartidos en familia, ejercen y generan en él, vínculos afectivos y de ternura, que querrá seguir viviendo en su futura familia y que serán el faro que orientará sus días tempestuosos.
Tras la lectura, reflexionemos:
- ¿Cómo profundizar en los hijos el amor hacia Cristo y sus enseñanzas?
- ¿Cómo enseñar a los hijos a ser brotes de olivo para los padres?