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¿Momentos difíciles?... Aprendiendo a gestionarlos como pareja y como familia

Autor: Byron Bustamante Granda - Ph.D. en Desarrollo Psicológico, Aprendizaje y Salud Coord. grupo Inv. ALLIKAY UTPL el Mié, 13/04/2022 - 17:10

Sin la intención de romantizar la pandemia del COVID-19, les puede surgir a muchas personas una pregunta: ¿cuánto me estuve perdiendo por vivir contra el tiempo, entre las prisas cotidianas, sin detenerme a compartir con mi esposo/a u observar crecer a los hijos y acompañarlos?

Quizás hoy es más evidente que en el hogar es donde se puede encontrar los recursos para sobrellevar el confinamiento, y no solo los económicos, sino también aquellos que provienen del afecto que anhela el corazón y que permiten re-conocernos para desarrollar capacidades propiamente humanas que no podríamos desplegar por nosotros mismos, sino siempre de la mano del otro.

Cada familia tiene un forma especial de dar solución a sus necesidades y problemas. Frente a las circunstancias, estas cuentan con el aporte que proviene de varios de sus miembros, por ejemplo, de los que son capaces de  dar solución a una situación concreta como hacer compras y planificar la alimentación mientras otros se encargan de construir un clima familiar acogedor en el cual nos sintamos valorados.

Pero, ¿qué pasa con aquellos que no reciben ese apoyo en sus familias? ¿Qué sucede con quienes encuentran todo lo contrario? Es necesario pensar en esos entornos familiares donde el conflicto es cotidiano, esos hogares donde el hambre, la ignorancia, la desesperanza y la exclusión hacen grietas cada vez más profundas en el alma de sus miembros.

En este punto, es necesario reflexionar en dos tipos de familias: aquellas cuyos conflictos tienen origen en las relaciones humanas, y aquellas cuyos conflictos se ven incrementados y agudizados por no poder solventar sus necesidades más básicas. Cada una necesitan un apoyo diferente.

Según Maslow, existe una pirámide de necesidades que tiene en su base los requerimientos fisiológicos y en la cúspide los de autorealización. Lo ideal es que las personas solventen sus necesidades más básicas antes de pasar a las superiores. Partiendo de esta teoría, demandamos un sistema social que incluya a quienes son más vulnerables y que, sobre todo, apoye al desarrollo humano desde la generación de condiciones mínimas vitales (satisfacción fisiológica básica), permitiendo a las personas orientarse a las superiores. La pandemia del COVID-19 ha puesto en evidencia que la prioridad son las personas más indefensas.

Una forma de suplir esas necesidades parte de los micro sistemas, es decir, desde y con la familia, cuyas diversas cabezas (padres, abuelos, tíos y a veces hermanos) enfrentarán el reto de proveer los recursos mínimos y distribuirlos equitativamente para el mantenimiento óptimo de sus miembros, tomando en cuenta que una distribución inequitativa es una fuente cotidiana de conflictos. Además, considerarán los niveles de desarrollo de sus miembros.

Además, pensando en las familias que viven cerca, en el vecindario, es momento de la reorganización de quienes habitan en edificios, condominios y barrios. Es el tiempo de pensarnos en comunidad, una comunidad cuyo centro de acción sea mejorar la calidad de vida de los más vulnerables, gestionando temas prioritarios como la seguridad y desarrollando el mejor entorno posible.

Una vez superada la sensación de inseguridad, es momento para que la educación y la familia aúnen esfuerzos, para que se desarrolle los dones, habilidades y valores humanos. Ha llegado la hora de abrazar el alma de niños, adolescentes y jóvenes a través de propuestas constructivas como el deporte, el arte y la cultura. En momentos difíciles la belleza es un refugio, y acercar a nuestras familias a la contemplación de esa belleza por todos sus sentidos genera esa paz tan necesaria.

Pero esa belleza está afuera para ser contemplada, o también dentro de cada uno para ser compartida, y es ahí donde la danza, la pintura, la fotografía, el teatro, la literatura, el deporte, etc. aportan a nuestra riqueza personal y se tornan en esos bálsamos de tranquilidad que acurrucan a nuestras familias.

Finalmente, es tiempo de influir, de ser parte de la toma de decisiones por el bien común, de usar los espacios de decisión para reducir el sufrimiento de los demás. Es momento de volver nuestra mirada a quienes amamos: a nuestros hijos, hermanos, abuelos, esposo/a... Cada vínculo familiar aporta lo necesario para que podamos ser felices a través de las cosas cotidianas y sencillas.

La presencia de los abuelos trae tanta riqueza, que es momento de mirarlos y admirarlos. Es necesaria también una nueva mirada de ternura y aprecio a nuestro cónyuge, aquella persona con la que hemos decidido caminar juntos a lo largo de la vida, sabiendo que la generosidad, la paciencia, el perdón y la ayuda mutua, son ingredientes indispensables para hacer posible un amor con sabor a eternidad, realidad impresa en el corazón humano.

Y en este punto no hay más consejo que volvernos más humanos, que retomar la sencillez implícita en el amor verdadero, esa sencillez que se resume en una palabra: cuidar. Hoy, la solución de los conflictos internos pasa por entender que, cuidando de mí mismo, cuido al otro, y que, cuidando del otro, también demuestro el inmenso amor que tengo a mi familia y a mí mismo. Quizás es este el mensaje que nos trae esta pandemia: Amar al prójimo.

Tengamos presenteestos parámetros que guían nuestra vida:

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