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Salud mental: la importancia de cuidar a la familia

Autor: Silvia L. Vaca, PhD; Mgtr. Rafael Sànchez Puertas. Docentes del Departamento de Psicología de la UTPL – Miembros Equipo Interdisciplinar. el Mié, 13/04/2022 - 17:08

La salud familiar se refiere a la estabilidad de la dinámica interna relacional en el cumplimiento de las funciones como familia (Silva et al., 2000), dentro de lo la cual se incluye la salud mental. La Organización Mundial de la Salud (OMS) define a la salud mental como el “estado de bienestar en el que cada individuo es consciente de su potencial, puede responder apropiadamente a los estresores diarios de la vida, trabajar productiva y fructíferamente, y ser capaz de hacer una contribución a su comunidad” (WHO, 2013).

Paradójicamente, el incremento de los niveles de estrés psicológico (Cohen, Janicki - Deverts, 2012) y el aumento en el consumo de alcohol y otras sustancias (OMS, 2014) reflejan una situación muy alejada del ideal de salud y bienestar.

Investigaciones recientes  demuestran que el estrés es uno de los principales indicadores de salud y bienestar de las personas (Marmot, 2010; Hill, 2013; Allen, Balfour, Bell, y Marmot, 2014) y está asociado a un incremento del riesgo de ansiedad y depresión (McQuade, Young, 2000; Krishnadas, y Cavanagh, 2012; Marmot, 2004) y a  un incremento del consumo de alcohol y otras sustancias (Sinha, 2008), lo que supone mayor riesgo de violencia, depresión, suicidio, complicaciones físicas y la pérdida de hasta cuatro años de vida (OMS, 2014).

Con los antecedentes señalados, el mundo y nuestra sociedad se enfrenta a la pandemia del COVID-19, la cual ha causado una crisis humana y sanitaria sin precedentes. Las medidas necesarias para contener el virus han desencadenado una desaceleración económica y un impacto notable en casi todas las esferas de la vida de los individuos y de las familias. Según el jefe de la OMS, Hans Kluge (2020), el aislamiento, el distanciamiento físico y el cierre de escuelas y lugares de trabajo son desafíos que nos afectan y es natural sentir estrés, ansiedad, miedo y soledad en estos momentos.

La situación actual de confinamiento y distanciamiento social supone un cambio vital radical en nuestros hábitos y costumbres. Nos exige readaptar el que es uno de nuestros principales recursos: el apoyo social o las relaciones con otros. A cada persona le afectará en función de muchos factores individuales y del modo en que pueda afrontar situaciones de estrés, soledad, angustia y pérdida. Está claro que no es lo mismo estar confinado con un familiar enfermo que cuando todos están sanos, o hacerlo con niños o en soledad, trabajar a diario o no tener nada que hacer, y tampoco será igual para una persona que ha tenido dificultades psicológicas previas (OMS, 2020). 

El rol de los padres o el papel que estos tienen en este momento es clave. Tienen que ejercer de cuidadores, maestros y compañeros de juegos, y por eso requieren flexibilidad para cambiar de posición y en cada una de ellas establecer unas normas de respeto y disciplina (Coyne, Gould, Grimaldi, Wilson, Baffuto, y Biglan, 2020).

Algunas pautas que pueden ser útiles en las familias:

-Cultivar el autocontrol y la paciencia para evitar más tensiones: para esto lo primero es la gestión y control de nuestras propias emociones como adultos, pues somos quienes debemos enfrentar, resolver o en otros momentos evitar momentos de confrontación y conflicto.

-Establecimiento de rutinas y pequeñas obligaciones para cada uno de los miembros de la familia, las cuales son básicas para mantener la armonía en el hogar (Wang, Zhang, Zhao, Zhang, y Jiang, 2020).

-Conciliación familia - trabajo: establecer espacios para el trabajo, para los hijos y para la pareja. Padre y madre, en caso de estar presentes ambos en el hogar, deben compartir las diferentes actividades relacionadas al cuidado, educación de los hijos y mantenimiento de una casa.

En cuanto al cuidado de la mente, es necesario reducir los desencadenantes de estrés: tratar de mantener una rutina en la nueva normalidad, limitar la exposición a los medios de comunicación, mantenerse ocupado, concentrarse en los pensamientos positivos y mantener un sentido de esperanza, esforzándonos en aceptar los cambios y tratar los problemas que se presentan en perspectiva.

Los valores morales y la vida espiritual son una fuente inagotable de apoyo. Las creencias dan fuerza y pueden brindar consuelo en momentos difíciles. Y, finalmente, conectarse con otras personas: evitemos el aislamiento social y encontremos un propósito ayudando a la gente que nos rodea. Por ejemplo, enviar un email para saber cómo están sus amigos, familiares, y vecinos, especialmente los que son adultos mayores (Van Bavel, Baicker, Boggio, Capraro, Cichocka, Cikara, y Drury, 2020). 

Tenemos que aprovechar este momento, por duro que parezca, para trabajar la resilienciaesa capacidad del ser humano de superar una experiencia traumática y, gracias a esa superación, llegar a un mayor nivel de desarrollo personal. Es un momento de retarnos, de alcanzar metas, de intentar mejorar nuestras relaciones con nuestra pareja, nuestros hijos(as) o de aprender a generar una rutina para que, cuando nos reincorporemos a nuestros trabajos, nos sintamos más fuertes y seguros y aportemos significativamente al principal núcleo de nuestra sociedad, “la familia”, y a través de ella a nuestra sociedad.

 

Bibliografía

  • Allen, J., Balfour, R., Bell, R., y Marmot, M. (2014). Social determinants of mental health. International review of psychiatry26(4), 392-407.
  • Cohen, S., Janicki-Deverts, D., Doyle, WJ, Miller, GE, Frank, E., Rabin, BS y Turner, RB (2012). Estrés crónico, resistencia al receptor de glucocorticoides, inflamación y riesgo de enfermedad.Actas de la Academia Nacional de Ciencias109 (16), 5995-5999.
  • Krishnadas, R., y Cavanagh, J. (2012). Depression: an inflammatory illness? J Neurol Neurosurg Psychiatry83(5), 495-502.
  • Leiva, L., George, M., Squicciarini, A. M., Simonsohn, A., y Guzmán, J. (2015). Intervención preventiva de salud mental escolar en adolescentes: desafíos para un programa público en comunidades educativas. Universitas Psychologica, 14, 1285-1297. doi: 10.11144/Javeriana.upsy14-4.ipsm
  • McQuade, R., y Young, A. H. (2000). Future therapeutic targets in mood disorders: the glucocorticoid receptor. The British Journal of Psychiatry177(5), 390-395.
  • Organización Mundial de la Salud. (2020). Consideraciones psicosociales y de salud mental durante el brote de COVID-19, 18 de marzo de 2020 (No. WHO / 2019-nCoV / MentalHealth / 2020.1). Organización Mundial de la Salud.
  • Sinha, R. (2008). Chronic stress, drug use, and vulnerability to addiction. Annals of the New York Academy of Sciences1141, 105-110.
  • Silva, F. G. (2007). Salud mental a nivel familiar desde la perspectiva de alteridad. Psicología desde el Caribe, (20), 1-27.
  • Wang, G., Zhang, Y., Zhao, J., Zhang, J. y Jiang, F. (2020). Mitigar los efectos del confinamiento en el hogar en los niños durante el brote de COVID-19. The Lancet395 (10228), 945-947.