En una familia hay diferentes papeles pero a todos nos une una identidad: ¡todos somos hijos!. Nadie elige nacer sino que cada uno de nosotros debe su existencia y su vida a una madre y a un padre. No podemos darnos vida a nosotros mismos, solo podemos recibirla.

La vida es un misterio que brilla ante nosotros cuando nacen los hijos y los vemos por primera vez con nuestros propios ojos; en ese momento hay algo más grande por encima de nosotros. Ese niño, esa niña, es la prueba de un misterio de la vida que solo depende en parte de nosotros y que amamos antes de conocer.

Es en la familia en donde se aprende la convivencia humana, y es ella que se introduce la fraternidad que debemos brindar al mundo, fruto de la experiencia del amor de Dios Padre, quien nos amó desde antes que naciéramos.

Reflexionemos:

• ¿Qué experimentamos cuando nos sentimos ayudados, amados o perdonados?
• ¿A quién hemos hecho feliz y a quién nos ha costado querer?

Acojamos la invitación del Papa Francisco:

“Que cada uno de nosotros, en su corazón piense en sus propios hijos -si los tiene- (…). Y todos nosotros pensemos en nuestros padres, y demos gracias a Dios por el don de la vida”.

Video Espiritualidad matrimonial y familiar: http://www.laityfamilylife.va/content/laityfamilylife/es/news/amorislaetitia/la-spiritualita-coniugale-e-familiare.html